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Semana Santa en Tenango del Valle

Tenango de Arista cuenta entre sus ricas tradiciones con la celebración de la semana santa por medio del teatro popular: representación del viacrucis de Jesúcristo. Representación que se remonta hasta 1958. En ese año, el entusiasmo de las señoritas Ernestina Ortiz Escamilla (+) y María Isabel López Garduño (+), con el apoyo de Daniel Hernández, sacerdote de la parroquia tenanguense, fue proyectado en la conmemoración de la pasión y muerte de Jesucristo. Pinito, como cariñosamente le llamaban, y Chabelita hicieron de su fe un motivo de representación para recordar y enseñar vívidamente el dogma central del cristianismo: la muerte y resurrección de Jesucristo.

            La tarea que se encomendaron arraigó en la comunidad. Pronto el grupo de actores creció; iniciaron alrededor de 15 ahora (2011) participan alrededor de 280 personas entre niños de seis años hasta adultos de 55 años aproximadamente. El talento artístico improvisado que caracterizó las primeras representaciones fue perfeccionándose, el tiempo de ensayos iba en aumento proporcional al número de actores. Actualmente ensayan hasta dos meses antes, dos horas diarias, bajo la dirección actoral de las señoritas María Elena Castro Leiva y Ma. Luisa Maya Franca, junto con la Dra. María Millán López, quienes enseñadas diestramente por Chabelita, orientan a cada participante en la elección de su vestuario.

            Las directoras del Concilio, como llaman al grupo de participantes, dejaron bien definido cada uno de los papeles de cada personaje bíblico y de la tradición. Así como la organización que ha permitido la continuidad al Concilio, dirigido por un presidente, un secretario, un tesorero y dos vocales. Quienes además de actuar gestionan y coordinan los apoyos de logística antes, durante y después de la representación. Duran como representantes del Concilio cuatro años.

Tradicionalmente la representación iniciaba el jueves santo, no dejando de mencionar que el “domingo de ramos” también salían con palmas y mantas a recibir y hacer “la entrada de Jesús a Jerusalén”. Desde hace cinco años iniciaron el lunes de la semana mayor con el “sermón de la montaña”. El martes Jesús pide agua a “la mujer samaritana” y aleja a los perseguidores de “la mujer adúltera”, perdonándola. El miércoles ante el llanto y congoja de Marta y María, Jesús hace la “resurrección de Lázaro”.

El jueves, la jornada larga como el viernes, inicia con la escenificación del “Sanedrín de Caifás”, para pasar a “la última cena”, donde Jesús confiesa a los discípulos que “la hora del hombre ha llegado” y uno de ellos lo traicionará. “La aprensión del huerto”, en un nuevo escenario, es protagonizada por Judas, quien ante los soldados romanos señala a Jesús con un beso y bajo esa señal queda apresado. Después, “Jesús ante Anás y ante Caifás” es cuestionado y acusado por testigos falsos.

El viernes a las 11:00 hrs. reanudan las actividades con “Jesús ante Herodes”, quien le interroga –¿eres tú el rey de los judíos? Jesús ante las acusaciones de los ancianos y principales sacerdotes contestó: tú lo dices. Posteriormente “Jesús, es llevado, ante Pilatos” donde recibe sentencia: la “crucifixión”.

Durante estos días los espectadores han seguido escenario tras escenario –en las calles del centro de la cabecera– la ida y venida de Cristo, en sus rostros la fe y la devoción por Él denotan compasión y misericordia. El viernes de crucifixión la multitud expectante sigue la comitiva de soldados romanos, quienes con sus vestimentas rojas apresan las miradas e imponen orden al pasar con sus gritos sarcásticos: a un lado, a un lado, viene El Rey de los Judíos. Señoras que no aguantan ver el sufrimiento de su Salvador derraman lágrimas de dolor y tristeza.

Las calles y callejones hacia el Tetépetl se vuelven más estrechas ante la concurrencia: el paso de los soldados romanos, Jesús cargando la cruz, los ladrones con su tronco a los hombres, la comitiva de todos los actores, la presencia de medios de comunicación, aficionados a la fotografía y el video, la asistencia médica. Todos ellos hacen una larga procesión. En lo alto del cerro, cerca a las pirámides, todavía se vive intensamente la pasión de Jesucristo: la obra del Mesías consumada es.

Consideran los organizadores que la afluencia de espectadores fluctúa de 20 a 30 mil personas. Buena parte de ellos fueron los visitantes. Por lo estrecho de algunas calles, de abundantes callejones y multitudes que pretenden llegar al Monte Calvario el calor sofocante se acrecienta. Es, al retorno de ese lugar, cuando los vendedores de nieve y mantecados hacen su agosto en Semana Santa.

Hace más de 50 años los mantecados y las nieves de sabores: zapote, piña, naranja, limón y otros sabores, caracterizan los días de pascua en la cabecera municipal. La yema de huevo, leche, canela, azúcar y vino, adquieren un exquisito sabor en las manos herederas de bonita costumbre de prepararlos. Nadie puede escapar a saborear un mantecado o una nieve en los puestos que se encuentran en la Plaza de la Constitución.

Además de la nieve el calor se apaga con las sabrosas aguas de sabores, que atrapan la atención en chaparros y bonachones vitroleros, verdes, rojos, blancos, transparentes, refrescantes aún con sólo mirarlos. Y si el hambre apremia, pese ser vigilia, los puestos improvisados de antojitos salvan: pambazos, enchiladas, tostadas y tortas de romeritos. Para gustos más exigentes hay buenos restaurantes sobre la calle principal o en la carretera.

El ruido de las matracas año con año se apaga. Pocas son las ventas de estos escandalosos artefactos que antaño se usaban por chicos y grandes para demandar “torrejas”. Matracas hay de metal y de madera, de colores llamativos eran adornadas con una carta de lotería nacional si eran de madera o, de un avioncito, coche o muñequito si eran de metal. Muchos las conocen porque las ven y las oyen en el fútbol. Afortunadamente la artesanía pervive y su recuerdo va acompañado de aquel dulce sabor de pan sancochado con clara de huevo y sumergido en jugo de piloncillo; aquellas ricas “torrejas” de la tía, de la abuela.

En los días de semana mayor es un gusto enorme para los tenanguenses ser el pueblo anfitrión donde año con año se dan cita más de 20 mil visitantes, movidos por su fe y atraídos por la tradición de 50 años de representar la Pasión y Muerte de Jesucristo.